SIN LÍMITES
Raúl Torres Salmerón
El escritor Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato 1938-1983) escribió varios libros, entre ellos Instrucciones para Vivir en México, donde se recopilan sus escritos en el diario Excélsior de 1969 a 1976.
Cargado de ironía y una mirada única, Jorge Ibargüengoitia exhibe en esta colección de textos la inexplicable lógica detrás de la vida en este país: los ridículos rituales de la burocracia; lo extraordinariamente inútil que resulta la tecnología nacional; el interminable examen de conciencia que un ciudadano común tiene que hacerse antes de decidir por quién votar y las peculiares maneras de los mexicanos para dar malas noticias o presentar a dos extraños.
En México el absurdo se revela como cosa de todos los días. El libro es una espléndida muestra de la capacidad crítica y humorística de un autor imprescindible para la literatura hispanoamericana.
Incluso, solamente cambiando nombres de partidos, digamos PRI por Morena y de aspirantes o precandidatos por corcholatas, Revolución por 4T, cualquier parecido con la realidad de México no es coincidencia es la realidad. Aquí, un ejemplo, un vivo retrato del México de hoy:
El artículo corresponde al Capítulo III denominado La Familia Revolucionaria, con el título Guía del Aspirante. ¿Qué decir, cómo y cuándo? Este material explora el aspecto irónico de vivir en un país como México y fue publicado en Excélsior el 26 de abril de 1974:
Cuando el aspirante recibe un telefonema en el que le dicen que ya es precandidato, cuelga la bocina y anuncia a las personas que lo rodean:
—Me acaban de informar que se han pronunciado los sectores campesino y popular por mi precandidatura para el Gobierno de —aquí entra el nombre de la entidad—, como propuesta por el Partido Revolucionario Institucional. Es una distinción que recojo con todo honor.
Nótese que no dice beneplácito.
Durante la conversación que sigue —y si hay periodistas con libretita— el aspirante debe entreverar algunas frases dignas de ser recordadas, como éstas:
—En caso de que el Partido decida que yo sea el candidato, afrontaré toda mi responsabilidad para servir al pueblo de —aquí se pone otra vez el nombre de la entidad de que se trate.
También conviene taparles la boca a los que opinan que el aspirante no va a ser buen gobernador —que nunca faltan.
—Soy producto de la Revolución dentro del sector —aquí entra el nombre del sector: campesino, obrero, patronal (si es el intelectual está fuera de combate), etcétera—. Hay algunos que piensan —se echa una mirada en torno— que un líder como yo, gobernará sólo para su sector. Pero no es así. Hay que gobernar para todo el pueblo.
Ya con esto, aunque parezca imposible, basta para confundir a los que tienen dudas.
Cuando algún reportero indiscreto pregunta al aspirante cosas como:
—¿No es usted responsable de la matanza de…? —Aquí se pone el nombre de un pueblo, o una fecha.
El aspirante debe contestar:
—¿Cuál matanza? No, si no hubo ninguna matanza. Está usted mal informado.
Hubo tres muertos, pero ésos fueron después, y además se sabe perfectamente de quién era el coche en que iban los que dispararon. Vaya usted a N —que queda a ciento cincuenta kilómetros— y pregunte. Verá lo que le contestan. Pregúntele al Ministerio Público y verá qué le dice de mí.
Esto de “vaya y pregunte” es muy buena táctica, porque nadie va y pregunta.
—No necesita usted ir muy lejos para saber quién soy. Puede usted ir a San Juan de los Tejocotes —o el nombre de otro pueblo— que está aquí cerca. Hay carretera y todo. Allí está un ameritado maestro del PPS que ganó las elecciones municipales.
Pregúntele de mí. Pregunte al Director del —nombre de un periódico— si alguna vez utilicé el poder para molestarlo. ¡Y conste que teníamos diferencias de criterio!
Cuando le preguntan al aspirante lo que piensa de los demás contendientes, debe contestar:
—Todos son muy respetables y tienen grandes cualidades y virtudes.
Sinceramente, no lo digo como mera fórmula política, todos tienen gran experiencia política y están inspirados por el interés de servir.
Si el aspirante quiere ser más refinado —es decir, dar la impresión de que sabe lo que está diciendo— puede decir:
—Fulano tiene carrera política y méritos, Zutano está muy cerca de los veracruzanos —o guanajuatenses, o tamaulipecos— y también tiene méritos. No quiero referirme a Mengano y a Perengano, que son grandes amigos míos, porque sus posiciones nacionales hacen difícil pensar en su postulación.
En caso de que algo salga mal y de que los que fueron la víspera a darle la mano le retiren el apoyo y algunos amenacen con quemar —en fogata pública— sus credenciales del Partido, si él sale candidato, el aspirante con toda serenidad, debe decir: —Sin obedecer a ninguna presión, por autodeterminación —nótese que la autodeterminación, la autocrítica y la autodisciplina son virtudes muy estimadas— he decidido retirar mi candidatura. Es decir, mi precandidatura; es decir, mi protoprecandidatura.
Para terminar con una frase admirable por lo sincera:
—Soy hombre de partido y nunca jugaría si no fuera postulado por el PRI.
Hasta aquí el artículo publicado en el diario Excélsior en 1974, hace 49 años. Como escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su novela El Gatopardo, (Il Gattopardo) en italiano escrita entre 1954 y 1957: Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie. Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi, en italiano.
En fin, como escribió Gloria Fuertes (España, 1917-1998), en su poema Mi Partido es la Paz:
Mi Partido es la Paz.
Yo soy su líder.
No pido votos,
pido botas para los descalzos
-que todavía hay muchos-.
raultorress@hotmail.com
Abogado egresado de la UNAM. Fue reportero de El Heraldo de México, director de La Voz de Puebla, subdirector y director de El Sol de Puebla, director de Comunicación Social de los alcaldes Jorge Murad, Guillermo Pacheco y del gobernador Manuel Bartlett, director de El Heraldo de Puebla y director de El Popular.