“Con la iglesia hemos topado, amigo Sancho…”

Observatorio Político
Por Maquiavelo
En cualquier país del mundo, cuando un Mandatario desconoce la historia de su pueblo, tiende a repetirla por lo que se vuelve muy complicado gobernar para evolucionar y construir un futuro mejor y, sobre todo, cuando este Mandatario abre diferentes frentes en un afán de convencer para vencer, sin duda lo único que conseguirá es ser vencido.

Para muchos, el llamar Mandatario a un Presidente de la República lo consideran un término muy relevante, que lo es, pero en los hechos y dentro de un país democrático, sin hemos de remontarnos a los sinónimos, vemos que no es más que un Mandadero, un gato, de angora, pero gato, porque en Derecho, Mandatario es la Persona que, mediante un contrato de mandato, acepta de otra, llamada el Mandante, el encargo de representarla en determinados actos jurídicos o de gestionar sus negocios incluso, como así lo establece una cláusula que a la letra dice:

«el Mandatario queda obligado por la aceptación a cumplir el Mandato, y responderá de los daños y perjuicios que, de no ejecutarlo, se ocasione al Mandante»

Así que, en términos breves, el Mandatario, en este caso el Presidente de México, léase Andrés Manuel López Obrador   se obligó no sólo a cumplir el mandato del pueblo que en las urnas lo eligió sino que, por extensión, juró “cumplir y hacer cumplir la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las Leyes que de ella emanen…” Y bueno, pues está, a estas alturas de su mandato, en franco desacato a lo establecido.

Pero no sólo eso, que ya de por sí es grave, sino que abre frentes por todos lados, contra los empresarios, la clase media, las energías limpias, los periodistas, intelectuales, la UNAM, los aspiracionistas, los ecoclogistas, en fin, contra todo lo que no se plegue a sus propósitos, menos contra el crimen organizado que dentro de su periodo de gobierno es el que ha crecido y más daño ha hecho  a este país desangrado no sólo por los asesinatos, desmembramientos, masacres y todos los hechos cruentos, brutales, que cada día suceden, afloran y se dan a conocer, sino por la cantidad inaudita de desaparecidos que convierten a México en un país donde, para las autoridades y a la luz de los acontecimientos, parafraseando a José Alfredo, “La Vida no vale nada….”       

Ahora arremete contra el clero católico, y esto a raíz del asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas allá en Cerocahui, un conocido pueblo en la Sierra Tarahumara perteneciente al municipio de Cerocahui, reconocido por ser uno de los principales lugares de festividades de Semana Santa de los grupos étnicos tarahumaras.

Allí el sacerdote jesuita Javier Ávila, en el sepelio de sus hermanos de comunión soltó, simple y llanamente que “ya no alcanzan los abrazos para tantos balazos”.

Por lo visto y oído, no tuvo que ir a Salamanca por la respuesta luego de que López Obrador, desde su púlpito mañanero señalara “la hipocresía que existe en la Iglesia…” y a renglón seguido preguntó: “¿qué quieren entonces los sacerdotes, que resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Vamos a apostar a la guerra?».

A renglón seguido se dolió que a raíz del asesinato de los dos sacerdotes jesuitas hay una campaña en contra de su gobierno y cuestionó; “¿por qué esa hipocresía?”

Y así, el señor sigue arando en terreno tan pantanosos que no podemos menos que recordar lo que El Quijote de la Mancha dijo a Sancho Panza cuando en una noche, especialmente negra, cabalgaban por la pradera y en horas de la madrugada de pronto, tanto el Rocín de don Quijote como el Rucio de Sancho, se detuvieron y no se movieron un ápice. A lo que entre caballero y escudero se originó un sabroso coloquio.

-Sancho.- Señor, que mi rucio no camina, esperadme.
Don Quijote.- No te preocupes Sancho que Rocinante, pese a la espuela, tampoco se mueve.

La noche estaba tan oscura que no atinaban a ver la palma de sus manos por lo que el Caballero de la Triste Figura habló. .-Más vale Sancho, no seguir apurando a nuestras bestias, tal vez estamos a la orilla de un acantilado y nos embarranquemos, habrá que esperar el amanecer.

Así, a la duermevela, comenzaron a correr los minutos, las horas y los ruidos de la noche metían susto en el alma de Sancho que, aferrado al frío metal de la armadura de su amo, a la altura de una pierna, sudaba frío.

No bien comenzó el alba a despuntar, cuando se dieron cuenta de que no había allí ningún precipicio, sino una enorme pared con grandes bloques de piedra que hicieron Don Quijote subiera la visera de su morrión y comenzar a observar hasta el cielo, donde terminaba el enorme muro y a luego conoció que el tal edificio no era una sima ni una montaña, sino una torre de la iglesia principal del pueblo por lo que dijo, volteando a ver a su amigo, -Sancho, con la Iglesia hemos topado.

A la luz de estos hechos no podemos menos que recordar las estadísticas de la Secretaría de Gobernación cuando reconoce que, en México, el 77.7 por ciento de la población es católica, es decir, unos 97.9 millones de mexicanos. Así las cosas estimado lector-elector por lo que, en breve, veremos y diremos. Conste.

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