Una Nochebuena en el Hospital General de Huauchinango

Noticiero de la Sierra Norte
Por Carlos Castelán
Una Nochebuena en el Hospital General de Huauchinango
Sin duda, para nadie pasa siquiera por la mente estar la Noche de la Navidad en un Hospital acarreado hasta allá por una emergencia familiar, y eso es lo que le pasó una persona que nos narró un escenario de muerte, vida y esperanza al pasar la Noche de la Navidad en el Hospital General de Huauchinango.

El testigo, del que no damos a conocer su nombre para proteger su privacidad, nos comentó que llegó al Hospital General de Huauchinango alrededor de las cuatro de la tarde del 24 de Diciembre debido a que su hija, después de la comida, comenzó a sentirse mal, y poco a poco, por algo que había ingerido horas antes, presentó un cuadro de intoxicación que lo obligó a subirla a su auto y llevarla, al Hospital General de Huauchinango.

La muchacha se ponía cada vez más mal, al grado de que casi se desvanecía. El grito por “!un médico!…!un médico…!” fue ignorado por una recepcionista que calma y parsimoniosamente preguntaban cuál es su problema? Qué le pasa?, cuál es su nombre? Qué edad tiene…?

En fin preguntas naturales para inscribir en el ingreso a la paciente pero ignorando la emergencia y no pidiendo la presencia algún médico para atender lo evidente y robando un espacio vital para la atención médica en prioridad de los trámites burocráticos que pueden esperar. El padre, suplicaba que los datos los daría su esposa, pero que un médico viera a su hija. ¡cero!, no se movía y exigía los datos.

Al barullo un doctor salió y pidió ingresaran a la joven para auscultarla y finalmente los padres miraron alentados que su hija era atendida y posteriormente llenaron el burocrático trámite.

Así comenzó una tarde que se convertiría en una Nochebuena sui géneris y luego en un nuevo día de ¡Feliz Navidad! para algunos y de Triste Navidad para otros.

Nos comentó que toda la tarde hubo un gran movimiento entre el personal médico destinado a urgencias, un grupo de enfermeras encabezada por una joven doctora corría de un lado para otro apoyada por cuando menos cinco enfermeras auxiliando a pacientes que llegaban a solicitar atención médica.

Así, dice el testigo, así fue toda la tarde, hasta las 8 de la noche.

Al cambio de turno, después de la ocho de la noche llegó un médico, por cierto, muy amable con todos los pacientes, lo acompañaba un grupo de cinco o seis enfermeros y enfermeras.

La sombra de la muerte
Así comenzó la Nochebuena, de pronto, alrededor de las once de la noche una emergencia hizo saltar luces azules, rojas y blancas.

Una familia llevaba al padre, de unos 70 años de edad, que recién había comenzado a sufrir un infarto al miocardio. El médico ya lo esperaba con sus enfermeros y enfermeras. Comenzó la tarea de canalizarlo, tomarle sus signos vitales y trató de revivirlo con el sistema de RCP, en todo eso empleó alrededor de una hora en maniobras para poder salvarle la vida.

 El médico, ordenaba canalizaciones, inyecciones, masaje cardiaco, duro!, duro!, duro! en el pecho del paciente. El médico se llenaba de sudor y pedía a uno de sus ayudantes: “ahora tú…” mientras el médico revisaba las lecturas de los aparatos y ordenaba a las enfermeras inyecciones, tal o cual específico en las canalizaciones. Así pasaron los minutos, 

Los que por allí cerca escuchaba, más que observar adivinaban en ese médico la determinación de sacar al paciente del infarto. Pedía a sus ayudantes tal o cual cosa y al momento respondían.

El enfermo en principio salió del trauma y, luego de un rato, comenzó nuevamente a padecer el infarto.

Otra vez RCP, el médico seguía bañado en sudor. Junto con su personal, hacía todos los esfuerzos para sacarlo nuevamente y escaparlo de las garras de la muerte, pero ya nada pudo hacer.

El médico salió de la sala de urgencias y comentó a los parientes del ya occiso -que allí estaban cerca- el deceso de su familiar y lamentaba no haber podido salvar a ese “gran guerrero” que luchó por su vida. La familia que presenció lo que hizo ese equipo médico, les agradecía todo lo que por él hicieron.

Allí también brilla la vida
El médico entró a su cubículo para llenar el papeleo y en eso llegó una mujer con avanzado trabajo de parto y saltó de su asiento para atender inmediatamente el caso.

El médico sin perder la calma, atendía a todos y a todas. Su actitud y su sonrisa tranquilizaba, tanto a los internados como a los que llegan durante la noche, les decía “tranquilos, ahorita seguimos…”

Unos médicos terminaron su turno a las doce de la noche, a la hora de Nacimiento del Niño Jesús, sin embargo y ante las urgencias que no terminan de llegar, determinaron quedarse toda vez que comprenden hace falta mucha atención en el área de urgencias.

Otros corren a un área destinada de emergencia y mal instalada de pacientes de Covid-19 a checar a los enfermos mientras esperan ser llamados para atender alguna otra emergencia que llegue a urgencias. No paran, son los sacrificios de su vocación que hacen por mucha gente que no entiende que se cuide para no contagiarse.

Allí, en los pasillos del hospital, nuestro informante se enteró del médico que estuvo en urgencias y terminó su turno, acaba de regresar del Covid-19 y sigue con esa actitud muy positiva que mostró en urgencias, trabajó sin descanso en su labor junto con otro médico joven y una doctora, muy joven por cierto. La Doctora quien estuvo desde la mañana del día el 24, un médico que padeció Covid-19 y otro compañero que le apoyó hasta la media noche pese que su turno había terminado hacía muchas horas.

Un nuevo día y renace la esperanza
Así, amaneció la Navidad, la hija de nuestro amigo mostraba ya una evidente mejoría. Pero no podría ser dada de alta hasta las cuatro de la tarde, al cumplirse las 24 horas ya que aún estaba en observación. Pero durante todo ese tiempo, 24 horas de vigilia, fue testigo de múltiples casos que llegaron, sin merma, al Hospital General de Huauchinango y todos atendidos con prontitud y diligencia.

Médicos y enfermeras que desde el día anterior allí estaban, junto con los enfermos, a diario se juegan la vida en el Hospital General de Huauchinango. El personal cansado no importando si son días festivos, mañana tarde o noche, se queda a ayudar de manera solidaria.

En plena Pandemia de Coronavirus, trabajan a marchas forzadas, aunque sólo descansen algunos minutos en espaciados intervalos, se les ve tranquilos, diligentes dando todo para poder salvar vidas y este 24 no fue la excepción, aunque, cabe decirlo, fue la Noche de Nochebuena, en sus hogares, seguramente tenían una silla para cenar y brindar con la familia que, respetuosamente y en distinción a su labor humanitaria, habrá quedado vacía. Así nos lo contaron, así se los damos a conocer. Que el próximo año sea de mucha salud para todos nuestros lectores.

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