Partidos ajenos a los problemas políticos y sociales de la población

En reconocimiento de Gabino y Marisela
Por Ociel Mora
El carácter elitista de las elecciones en Pahuatlán no tiene nada en particular. Se encuentran en la misma tesitura del resto de los municipios de la Sierra Norte y del país. Partidos ajenos a los problemas políticos y sociales de la población que se proponen gobernar. Grupos políticos locales y regionales que miran y tratan con desprecio a los votantes. Votantes que recelan de los partidos político y sus dirigentes.

Ciudadanos que se saben víctimas de la voracidad de sus gobernantes, pero que nada pueden hacer porque el sistema político esta cerrado a piedra y lodo. Al final, la política se ha convertido en el negocio más redituable de unos cuantos vivales a costa del bienestar y desarrollo del municipio, la entidad y el país.
En términos estrictos, México se encuentra sumido en un pozo oscuro, al que se le han taponado las salidas. La política es la virtud más grandes alcanzada por la condición humana, pues de ella pende su sobrevivencia y esa vida en común más o menos
llevadera, más o menos tolerable. Sin la acción de la política, el hombre retorna a su instinto más primitivo y salvaje. Pero he aquí que la política es sobre la que más se ha arremetido en el último tercio de siglo. Sin la mediación de la política, insisto, se regresará a la época de las cavernas.
El neoliberalismo no es bien común; es el triunfo individual de los menos sobre los más. Pahuatlán sigue siendo el mismo pueblo que imaginaron y trazaron los primeros españoles que, desbalagados pero aguijoneados por la ambición del oro, se metieron en las regiones más inhóspitas del territorio recién sometido.
Fue como llegaron hasta este punto y se apoderaron de tierras e indios (mediante la encomienda; el rey distinguía a un español –generalmente soldado que sirvió en la conquista– con mercedes de tierras e indios, a cambio de “civilizar” a los pueblos encomendados, enseñándoles la doctrina católica. En paralelo, y con la bendición católica, los españoles se reservaban para sí el derecho de pernada sobre todas las indias, sobre todo las vírgenes).

Hay que decir en esta parte que los españoles no construyeron, ni levantaron, ni pusieron nada, todo fue obra de los indios. Eso sí, bajo el látigo de los nuevos amos.
Los indios, por el solo hecho de serlo, quedaron en la condición de súbditos de Su Majestad el Rey, y por lo tanto a disposición de los nuevos colonos. Ciertamente Pahuatlán ha crecido en tamaño y población, ha cambiado, pero lo ha hecho sobre las bases puestas por aquellos. La iglesia, por ejemplo, sigue ahí como el principal símbolo de la “civilización” impuesta, pero también del sometimiento del que son y fueron objeto los viejos pueblos.

Hasta hace muy poco la población se encontraba dividida entre blancos de razón de la cabecera e indios naturales de los pueblos. En los años setenta y ochenta, los mestizos blancos, descendientes de los encomenderos (si no en lo biológico, sí en lo cultural) seguían concentrando el poder político, económico, pero sobre todo el destino de los indios. Ya no estaban reducidos al estado de súbditos de Su Majestad el Rey (ahora miembros de un estado nacional, libre y soberano), pero sí a la condición condescendiente de “pobrecitos que no entienden”; o del despótico “pendejos, que se chinguen”. Una de sus máximas de por entonces fue que para gobernar a los indios no se necesitaba de grandes dotes de político: bastaba con que fuera blanco y de la cabecera. En 200 años de estado nacional, una sola vez han gobernado los indios. Con Martiniano Santos. Pero hizo lo que hicieron todos, se enamoró. Tengo la sospecha que mucho de ese espíritu de discriminación sigue prevaleciendo hasta el día de hoy. Lo vemos en los movimientos que realizan los partidos para nombrar candidatos y entre los mismos grupos políticos. En el municipio, uno de cada dos se ha declarado indígena ante el INEGI. Sin embargo, yo que llevo varios años frecuentando el pueblo, puedo afirmar que todo el pueblo es indígena. Los de la cabecera lo son tan indígenas como los de las comunidades, comparten los mismos, ritos, creencias, temores, gustos, comida, amores, lenguaje (que unos hablen otomí, otros nahua y otros español, no hace a los mestizos indígenas, ni a los indígenas mestizos). Como tampoco quien sabe francés se vuelve francés por esa sola condición.

Un ejemplo muy elocuente de lo que digo lo tenemos en el caso de Anselmo, el volador que se cayó cuando ejecutaba la danza. Con la excepción del Balo, quien levantó la voz más para saldar viejas cuentas con sus parientes políticos de la presidencia, todos volearon para otro lado, no obstante que toda la cabecera se envuelve orgullosa en lamagia de las comunidades, y hasta presumen que allí nacieron los voladores. A la presidencia le llevó 18 días reaccionar, y eso por la presión de las redes. A regañadientes mandó cinco mil pesos a los familiares. ¿Cuánto se gastan en una borrachera con cargo al presupuesto? l problema del indio, lo sabemos todos (Pahuatlán no es la excepción), no es que unos sean prietos y otros blancos, que unos hablen de un modo y otros de otro. Ni tiene que ver con algún castigo divino. Ni por falta de iniciativa personal. El problema de fondo es de ejercicio de derechos políticos. A los indios se les niega derechos. En particular derechos político-electorales. Los partidos los relegan, les sacan la vuelta.

Tal vez porque no tienen dinero para comprar candidaturas, porque los indígenas tienen un concepto de la política que no es la de occidente, que no tiene por base la sura, ni la riqueza, sino el servicio al prójimo. Esta es la verdadera causa que se les mantenga en el último peldaño de la escalera de bienestar nacional.

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